Da la sensación de que uno no puede entrar haciendo ruido. Como si nos estuviésemos colando en un jardín secreto, es mejor no moverse demasiado para no romper la magia que esconden estos rincones.
Son espacios marcados por la luz. Y cada uno de nuestros pintores la busca a su manera. Atravesando muros de hormigón negro. Reflejada en los recuerdos de una habitación. Tamizada por los árboles que rodean una diminuta cabaña. Captada desde todas las esquinas de Ferrol. Tras las cortinas que protegen un desnudo.
Ellos no lo dicen, pero en realidad es como otro hogar. Uno que han ido creando a pinceladas, donde se esconden para descubrir otros mundos.